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Las emisoras Universitarias frente a las transformaciones de fin de siglo (página 2)



Partes: 1, 2

Me detengo en la tercera, porque me resulta más
ligada a lo que queremos en un mundo tan complejo como el actual.
El punto de partida es el de la construcción de cultura,
entendida como la totalidad de las necesidades y demandas de una
sociedad, y no
sólo lo que se puede reclamar desde la economía o desde las esferas de la producción. La Universidad tiene
vocación de relación con su contexto pero en tanto
se lo concibe desde las necesidades sociales y culturales, entre
las que entran sin duda las productivas, pero no como
único destino.

El documento se detiene en cuestiones centrales, como el
financiamiento
("la educación
superior debería percibirse no como una carga para el
presupuesto, sino
como una inversión nacional a largo plazo"), la
responsabilidad social ("el desarrollo
autóctono y sostenible debe basarse fundamentalmente en la
reducción de la pobreza y la
formación de recursos
humanos"), el futuro ( "La educación superior
es una de las claves para enfrentar los desafíos del mundo
moderno"), lo relativo a los jóvenes ("Fomentar entre los
estudiantes la noción de responsabilidad para con la
sociedad, sobre todo entre aquellos que se benefician con el
apoyo público"); y entre otros puntos tratados, la
apertura de los viejos límites
("La internacionalización de la educación superior
es, antes que nada, un reflejo del carácter universal del aprendizaje y la
investigación").

El panorama, frente a esos reclamos, es por demás
confuso. Por un lado hay instituciones
que se han lanzado a la autorreflexión y al análisis de sus fortalezas y debilidades;
por otro lado están las que pretenden saltar casi por
encima de su sombra para adecuarse a cualquier reclamo que venga
del medio; por otro se cuentan las que pretenden quedarse tal
como siempre, como si tuvieran un privilegio otorgado por
quién sabe qué historia.

Una certeza tenemos: es imposible aislarse de este
momento histórico y es imposible seguir con viejos
esquemas que favorecen el enclaustramiento y las distancias en
relación con la sociedad toda y, en especial, con nuestros
jóvenes.

Una
sociedad de la
personalización

"La triste lectura
universitaria", escribió en una oportunidad Borges. La
expresión puede dar a diferentes interpretaciones, pero me
interesa traerla aquí para reflexionar sobre la
relación de la Universidad con sus estudiantes. El autor
aludía así a una lectura desapasionada, carente de
la riqueza y de la vitalidad de la relación con textos que
te llenan de interés
por su capacidad de involucrarte, de decirte algo no sólo
a la razón sino también a las emociones. Una
lectura, decimos nosotros, radicalmente despersonalizada, tanto
por las características del texto como por
el contacto que con él se exige.

Nos detenemos en ambos conceptos:
personalización/despersonalización. Y lo hacemos
para caracterizar tanto un reclamo a la educación
universitaria como a nuestra sociedad. Comencemos por esta
última cuestión . En un texto que constituye un
verdadero punto de referencia para comprender nuestros tiempos (
la era del vacío de Gilles Lipovetsky ) se lee lo
siguiente con relación a lo que el autor denomina "el
proceso de
personalización"."Lo que desaparece es esa imagen rigorista
de la libertad,
dando paso a nuevos valores que
apuntan al libre despliegue de la
personalidad íntima, la legitimación del placer, el reconocimiento
de las peticiones singulares, la modelación de las
instituciones en base a las aspiraciones de los
individuos".

Hemos coordinado en Mendoza la realización de
docenas de entrevistas a
jóvenes universitarios en relación a sus proyectos de vida
y a su inserción en la vida social. Es una constante la
desconfianza ante los grandes paradigmas,
ante las incitaciones a sumarse a colectivos despersonalizados,
ante la política partidista, ante la
sujeción a normas que van
más allá de la libre decisión personal. Y, por
otra parte, asoman en las encuestas los
llamados a asumir la propia libertad, a lograr la felicidad, a
ser alguien en el seno de una familia y de un
microgrupo.

La historia se nos ha personalizado, nos guste o no, y
los grandes proyectos de transformación social general han
abierto paso a búsquedas de realizaciones personales, a
aspiraciones más acotadas a lo que se puede ser en ciertos
límites .

¿Son sólo estos jóvenes que acceden
a las universidades? No intento generalizaciones, pero si no
comprendemos que también nosotros, nos quedará
mucho por comprender de las actuales generaciones de
estudiantes.

Pero vayamos a la otra variante de las
personalización, la que es objeto de reclamos a la tarea
de nuestras casas de estudios. Me refiero a través de ella
a las relaciones de enseñanza-aprendizaje. La universidad viene
siendo cuestionada en lo que hace a su falta de pedagogía. Durante años esta
última apareció como algo propio de otras
instancias del sistema: la
primaria y la secundaria. Para los estudios superiores no
hacían falta concesiones de ningún tipo, era
necesario transpirar para aprender y al docente no se le
podía pedir ninguna metodología porque nos movíamos en
un terreno habitado por personas mayores a las cuales no hay que
tratar como niños
.

Sin embargo, la experiencia de muchos colegas y la
nuestra nos ha mostrado que en estos aspectos también es
de suma importancia lo pedagógico, entendido como el
acercamiento entre docentes y
estudiantes para llevar adelante la función
fundamental de la Universidad: la promoción y el acompañamiento del
aprendizaje.

Pues bien, cuando menos pedagógica es una
relación educativa, más despersonalizada. No
cuentan para ella los sujetos sino los contenidos a asimilar y
repetir; no cuentas las
vivencias ni las historias personales, sino la palabra del
docente; no cuenta la experiencia ni los saberes acumulados por
los jóvenes, sino su incorporación casi ciega a lo
que otros han dicho y experimentado.

Es inevitable en nuestro tiempo tomar
en consideración la personalización, tanto para
comprender a los jóvenes y los medios de
comunicación con los cuales se relacionan, como para
cuestionar la manera de hacer educación desde la
Universidad .

Con respecto a los medios, nos
toca reconocer que a mayor personalización mayor
atractivo. Por ello el lugar que ocupa la
televisión, y por ello el que suelen ganarse emisoras
radiales que logran una interacción con sus oyentes .

Uno de los dramas de no pocas emisiones universitarias
es precisamente el de la despersonalización. Más
adelante nos ocuparemos de este punto, pero no podemos dejar de
plantear aquí la pregunta por las formas de
personalización: ¿nos tocará acercarnos a
nuestros interlocutores a la manera de la personalización
comercial, o bien lo haremos con un criterio más ligado al
quehacer universitario?

Entre el
aislamiento y la competitividad

Una emisora universitaria se mueve en el marco de su
institución y frente a los reclamos de la sociedad. Por lo
tanto, pasa a forma parte de esa tensión propia de nuestro
tiempo, esto es de los reclamos que se hacen desde la sociedad y
de los problemas de
comunicación con su nuevo
contexto.

No tenemos muchas muestras de la historia de nuestras
emisoras, en relación con lo que ha sucedido con ellas
según las tendencias de la Universidad a la que
pertenecen. Pero sí podemos marcar algunas
tendencias:

  • la versión culta
  • la versión científica
  • la versión popular
  • la versión mimética

La primera sitúa a la emisora como una instancia
que sólo se ocupa de llevar a la comunidad (sea
de la universidad o de la sociedad en general) lo que se
considera lo más selecto de la cultura. Así,
tenemos propuestas que poco o nada se salen de la música llamada
clásica, y que alternan con expresiones de la literatura y el arte. El contexto
brilla por su ausencia, en todo caso hablan los universitarios, y
de ellos los que tienen relación con esa versión de
la cultura.

La versión "científica" apuesta a una
labor de presentación de lo que genera la universidad, en
lo relativo a producción intelectual. Se trata de pender
en el aire el producto de
reflexiones e investigaciones
de los docentes, aunque en general no está claro el
destinatario de esta acción.
Por ello los mensaje son ofrecidos "sin mediación" hacia
los interlocutores masivos, con lo que se termina por legitimar
un diálogo
entre especialistas. Recuerdo casos como una conferencia de
filosofía lanzada en un plano de
abstracción total, durante más de 45 minutos sin
ningún corte…

La versión "popular" convierte a la emisora en
una caja de resonancia de problemas
sociales de su contexto. Se abren los micrófonos a
distintos grupos para que
puedan expresar sus situaciones y la tendencia es hacia la
denuncia de las desigualdades y de las contradicciones. Cuando
esto crece se tiende a dejar de lado lo que la misma universidad
podría aportar, tanto por lo que saben sus especialistas
como por la
comunicación de la información que se acumula en sus
dependencias .

Por último la versión mimética:
la radio se
asimila a las comerciales que existen en la zona y busca competir
con los mismos recursos. Con el tiempo no hay mayores
diferencias, salvo algún esporádico programa
producido por alguna facultad. Todo está en función
de ganar audiencias y anunciantes, con lo que se corre el
riesgo de
dejar fuera las funciones
básicas de la universidad, a las cuales nos referiremos
enseguida.

Los puntos presentados nos permiten aclarar más
esto de "entre el aislamiento y la competitividad". Nuestras radios han
acompañado los avatares de las Universidades y, en
general, se han comportado como ellas. Por eso la cuestión
del aislamiento sigue pesando, porque cuando ella se produce se
está casi siempre dentro de una institución aislada
con la subsiguiente vaguedad con respecto a los destinatarios a
los cuales se apunta y, por consiguiente, con respecto a los
temas a difundir.

Y, por otro lado, está presente el intento de
volverse competitivo, lo que lleva a una carrera para ocupar un
espacio en el escenario de las emisoras comerciales, con una
dispersión de programas y con
un intento de ganar audiencia a cualquier precio.

Queda en pie la pregunta por las funciones de la
Universidad .

Pero antes nos detendremos en los públicos de
nuestras emisoras.

En busca del perceptor

La razón de ser de un comunicador y de una
instancia de comunicación es su audiencia. Claro que esto
puede tener sus matices. Cuando a uno le ofrecen recursos para
difundir sin rendirle cuentas a nadie, se puede dar el lujo de no
tener idea de sus destinatarios. He preguntado en algunos
países sobre el público de emisoras universitarias.
Enumero algunas respuestas:

  1. los propios universitarios
  2. la sociedad
  3. las clases explotadas
  4. las personas interesadas en la
    educación
  5. las personas que buscan una oferta
    diferente
  6. las personas que aman la cultura.

No es mi interés entrar a analizar cada una, en
todos los casos me quedó el sabor de la ambigüedad,
la cual terminaba por reflejarse en la programación ¿Para qué
segmentos de la audiencia me comunico? ¿ Qué les
comunico?

Las respuestas la da cada emisora según la
universidad a la que pertenece y según sus prioridades.
Nosotros haremos una propuestas, pero para ello necesitamos
detenernos en las funciones de la Universidad.

Funciones de la
universidad

Mucho se ha insistido, y se insiste, en las funciones de
la Universidad. Todos conocemos las clásicas, que aparecen
en nuestros estatutos y son comunes a otras del país y de
la región: docencia,
investigación y servicios. A
la luz de esa
preocupación por el sentido último de nuestra
práctica, hemos agregado otra, tan importante como
aquéllas: La función de promover y acompañar
el
aprendizaje.

Cualquiera puede sonreír ante tamaña
afirmación: ¿no cae acaso esto en la
docencia?¿No vienen los jóvenes a nuestras aulas a
aprender?

De lo que pudimos apreciar en las universidades de la
región, surge una conclusión que planteo con toda
la prudencia del mundo: no siempre la docencia se hace cargo de
la promoción y el acompañamiento del aprendizaje.
Puedo decirlo más fuerte: hay instituciones educativas que
se desentienden del aprendizaje de sus jóvenes. Suele
suceder así; entre una clase y el
examen (parcial o final) los estudiantes tienen la
obligación de aprender. Cómo lo hagan, no es
problema ni de sus profesores ni de la institución
.

Insisto en la prudencia y en el riesgo de las
generalizaciones. Pero cuando un establecimiento educativo se
desentiende del aprendizaje de sus alumnos, se desentiende de su
sentido último.

Me refiero a un aprendizaje no de la respuesta acertada,
no de la reiteración textual de lo dicho por otro, sino a
un aprendizaje entendido como la apropiación del mundo y
de uno mismo .

Si de un proceso educativo surgen estudiantes
dueños de las competencias
necesarias para moverse con orientación y creatividad en
un contexto social como el de estos tiempos; dueños de los
instrumentos necesarios como para expresarse, comunicarse
solidariamente, resolver problemas productivos y sociales,
explicar causas y prever las consecuencias de sus propias
acciones; si
logramos esos frutos, podemos afirmar que no nos hemos
desentendido del aprendizaje.

Porque tales competencias e instrumentos no se
improvisan de la noche a la mañana, no se los regalan a
nadie; son el resultado de largos procesos de
maduración e interacciones. Y esos procesos implican la
tarea del educador de promover y acompañar el
aprendizaje.

Cuando realmente se produce el aprendizaje, logramos
jóvenes profesionales, investigadores, trabajadores con
una capacidad tal que esperamos que con el tiempo puedan
superarnos. El buen fruto ennoblece al árbol.

Lo que quiero decir con esas afirmaciones es que la
universidad contemporánea no puede dejar de volver la
mirada hacia sus estudiantes, hacia esos millares de
jóvenes que año a año le dan sentido. Y ello
dentro del reconocimiento de sus características y de sus
incertidumbres, de sus búsquedas y de sus necesidades de
afirmación . Ese buen fruto será el resultado de
nuestro acercamiento como educadores y del apoyo al despliegue de
capacidades de expresión y de comunicación que a
menudo no encuentra cómo canalizarse.

Función de la radio dentro de
la universidad

La mayor parte de los estudiantes de las universidades
latinoamericanas oscilan en cuanto a su edad entre los 19 y 24
años. Por supuesto que damos servicios a otros grupos,
pero el grueso de nuestra población se ubica en ese período
tan importante de la vida.

Pero podemos añadir algo más: buena parte
de la población latinoamericana se sitúa entre los
14 y 24 años, y en esa cifra incluimos por supuesto a
quienes no ingresan a la universidad.

Este dato es demasiado obvio para que lo traigamos
aquí. Todo el mundo sabe que nuestras casas de estudios se
ocupan de los jóvenes y que en nuestros países hay
muchos jóvenes. Pero la cuestión es otra:
¿de qué manera se ocupan las universidades de sus
seres ? Pregunta que, a la vez, parece abrirnos a una respuesta
más obvia todavía: de la educación, de la
preparación para la vida profesional.

Sí , pero ¿se ocupan realmente las
universidades de todo lo que los jóvenes viven, sienten en
tiempos tan complejos como los nuestros? Si retomamos lo dicho
sobre el aprendizaje, tenemos que en general muchas instituciones
se desentienden de la manera en que los estudiantes aprenden. Y
si no se preocupan de algo tan importante, ¿por qué
habrían de hacerlo sobre otros aspectos de la vida, tales
como los problemas de la relación, las necesidades de
expresión, de afirmación del propio ser?

Y si no lo hacen con sus propios estudiantes,
¿por qué habrían de hacerlo con otros grupos
que no acceden a las aulas?

No desconozco las excepciones a todo lo dicho, hay
programas deportivos, hay iniciativas en el plano de la cultura,
pero en general no se llega a través de esas iniciativas a
cubrir la demanda de ser
y de crecer que tienen amplios sectores de nuestra
población .

Lo que estamos planteando es la necesidad de que
nuestras radios universitarias se ocupen más, mucho
más de esos seres que dan sentido a nuestras instituciones
y que abarcan parte de la sociedad de nuestros
países.

Y con esto se nos abre la cuestión del conocimiento
de los interlocutores. Comprobamos en la actualidad que las
universidades no tienen mayor idea de las características
culturales y personales de sus estudiantes. Y si ello sucede en
el plano general de la institución, qué nos
sucederá cuando nos toca producir programas.

Por ello se nos abre el camino, como una urgencia en
caso de aceptar una opción por estos grupos tan
importantes para cualquier sociedad, de investigar a nuestros
interlocutores para dirigirnos a ellos a fin de acompañar
y promover el aprendizaje y a la vez para abrirles canales de
comunicación .

Por supuesto que no pretendo la totalidad de la
programación dedicada a los estudiantes y a los
jóvenes en general de la sociedad, pero sí una
opción por ellos. Tal vez así encontraremos
alternativas de sentido a nuestras emisoras, en el marco del
sentido de nuestras universidades.

 

 

 

 

Autor:

Daniel Prieto Castillo

Lic. en
Filosofía
.Doctor en Estudios
Latinoamericanos (UNAM).
Especialista en comunicación
social. Investigador, docente, periodista. Fundador y
director de la Especialización en Docencia
Universitaria (Universidad Nacional de Cuyo –
Mendoza, Argentina).

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